En 2013, la Organización Mundial de la Salud declaró que la contaminación del aire era cancerígena. La mala calidad del aire que respiramos es consecuencia de siete millones de muertes prematuras. Hecho, que, tal y como se defiende en este artículo de Ángela Bernardo, es una situación comparable a los riesgos sanitarios asociados con el tabaco. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, cada año mueren, prematuramente, cerca de 33.200 personas por culpa de la contaminación atmosférica.
Ya en 2004, un estudio detectó que Madrid era una ciudad que sufría niveles de congestión crónica y ciertos periodos de condiciones atmosféricas muy estables, lo que se traducía en que los niveles de contaminación superaban los estándares de calidad del aire. Este panorama no ha hecho más que evolucionar; el año pasado, según un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente, más del 95% de los residentes en ciudades europeas estaban expuestos a niveles excesivos de determinadas partículas calificadas por la OMS como insanas. Asimismo, el pasado martes Energías Renovables publicaba que Madrid ha superado, por sexto año consecutivo, el límite legal de concentración de dióxido de nitrógeno en el aire.
Protocolo contra la contaminación
A principios de este año, ya se habló del notable incremento del ozono. Siendo, el principal emisor, el tráfico. A pesar de que no se había observado un cambio significativo en la movilidad, sí que lo habían hecho los niveles de contaminación. En relación con esto, ya hace un mes desde que entró en vigor el nuevo protocolo para los días de mayor contaminación, según el cual se prohibiría la circulación por la almendra central a la mitad de coches, en función de si tienen matrícula par o impar.
Ante esta situación, resulta imprescindible la implicación tanto de las entidades públicas, con medidas de fomento del transporte público y disuasorias del uso del vehículo privado, como también la de los propios madrileños. Deberíamos convencernos de que tenemos que restringir el uso del coche al máximo, solo para cuando no es posible desplazarse andando, en bici o en transporte público.